Hacía mucho tiempo, años, que mis pies, no eran acariciados por las olas del mar. Hacía tanto, pero que tanto tiempo que, casi no me acordaba de la sensación que la dulce brisa marina, provocaba al contacto con mi cara. Hacía demasiado tiempo... tanto que, casi no recordaba el olor del mar, el sabor de su sal en mis labios que, salpicados por el tenue oleaje, dejaba en mi paladar.
Hoy he vuelto a conquistar el mar, verlo de cerca,¡Redescubrirlo! tocarlo, impregnarme de su aroma y hasta casi, me he atrevido a juguetear como una chiquilla, como aquella que se revolcaba en la orilla de las playas de Fuengirola en busca de aquellas coquinas que en vano buscaba... el mar... LA MAR, como la llamamos las personas que decimos farola a un faro... la mar... la playa... los chiringuitos y por supuesto, la cervecita y lo que se tercie, que se terciará.
Aquí no creo que asen los espetos de sardinas pero aquí, a pesar de los kilómetros que me separan, me baña el mismo mar de mi infancia, el mismo mar que me vio crecer.
Y mañana, si hace bueno, ¡me baño!
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