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Sutil, y no tan sutil, repaso por algunos pasajes de la vida cotidiana.

domingo, 11 de diciembre de 2011

El aguinaldo

Esta mañana, he salido a desayunar a una cafetería en la esquina de mi casa. Se trata de u na que la regenta una de estas chinas que, como tantas, se ha dedicado a abrir bares como los españoles y la verdad, tal como son, su calidad en la comida, el empeño que le ponen y el esfuerzo, no me extraña que nos pisen el terreno, pero no quiero hablar de los chinos, si no de algo muy tierno que me ha ocurrido.

Estaba yo en mi café y entran dos chicos, dos pre adolescentes apenas. Uno era más alto pero se notaban de la misma edad. El más grandecito, portaba una humilde pandereta. Al principio, pensé que eran hijos de alguno de los parroquianos de la barra, pero de pronto, me los veo en mi mesa, "tocando" a ritmo de "Esta Noche, es Nochebuena..." (aunque algo más penoso y tristón) algo que rezaba así:

"A tu puerta hemos llegado a pedir el aguinaldo y si nos lo das, te desearemos Feliz Navidad"

Vale, vale, la letra no era así exactamente, pero simpáticamente, te solicitaban unas monedas.

Mi corazón se llenó de ternura y no pude reprimir echarme a llorar como una niña chica, eso sí, disimulando delante de los crios. Uno de ellos, el más bajito, me recordaba tanto a mi Paquito... delgadito, rubito y el pelito corto... como cuando empezó a cortarse la hermosa melena que primorosamente, cuidaba durante su niñez, a modo de "angelito del Cielo" y que en cuanto pudo, se cortó para no verle más el pelo crecer en nuestras vidas.

De modo que abrí el monedero con una gran sonrisa y les di cuanto tenía suelto. Me hicieron mucha gracia, la verdad pero mi mente se disparó hacia un pasado si no feliz, a la añoranza de la gente que siempre quise, sobre todo a dos criaturas que siempre serán para mí "mis bebés" aunque afeiten barba cerrada y tengan "nuez", señal inequívoca que la niñez, llegó a su fin.