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Sutil, y no tan sutil, repaso por algunos pasajes de la vida cotidiana.

lunes, 26 de octubre de 2009

¿Quién dijo que las niñas ya no quieren ser princesas?

Hay una famosa canción de Joaquín Sabina, que se llama "Pongamos que hablo de Madrid" y, entre un cúmulo de desgracias en las que relataba la difícil vida de la gran ciudad, una de sus estrofas rezaba así: "Las niñas ya no quieren ser princesas" y, aunque el contexto sea bien distinto, yo reniego de esa frase porque no solo quiero ser princesa, ¡es que lo fui!

Hace dos domingos, mi pareja, me llevó a comprar al Corte Inglés. Me puso hecha un pincel y me llevó a cenar a un sitio muy especial, tanto, que forma parte de la Historia: El Teatro Real.

Muchos piensan, que, ahí, solo se ve y oye conciertos y obras varias de ópera pero no, hay en lo que fuera el Salón de Baile, un Restaurante magnífico y ya no solo por sus exquisiteces, no, es todo... la decoración, lo que conlleva... pensar que entre sus comensales, ha estado sentado Reyes, Príncipes, etc, es muy emocionante.

En ese salón, bailó Alfonso XII y María de las Mercedes de Borbón y Orleans el día de su boda, haciendo con este gesto que, los Austria y los Borbones, fuesen una unión. Al menos, pretendía intentarlo. Dicen que fue una gran Reina, pero el asunto es que en esas mismas estancias, yo, Espe, he estado con mi culo sentado, agasajada por lo que podría decirse ser el mejor personal hotelero que he visto en años.

Yo, fui Princesa y hasta Reina, acompañada de mi Rey que me regaló una noche de mi vida tan, tan, tan cara que no tiene precio.

Aún recuerdo con la misma emoción (creo que lo haré de por vida) cada adorno que mis pupilas alcanzaron ver y aquella fotografía del Rey a la entrada... Es un sitio de ir de gala y ahí estábamos con zapatillas y tejanos. Bien vestidos para una noche de cerveza y tapas pero para nada, a la altura de tan ostentoso escenario y, sin embargo la delicadeza con la que nos trataron, hizo olvidarme de los atuendos que llevábamos.

Finalizó tan grata velada con el abono de la cuenta. No tiene precio, aunque no es tan caro el león como se podría pintar, de hecho, está al alcance de cualquier bolsillo, sin embargo, lo que no tiene valor, de lo carísimo que es, precisamente es sentirme tan aristocrática.

La vida es bella y en un Palacio más. Gracias Rubén, gracias, gracias infinitamente gracias. Nadie superará el valor que me das.

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